Durante
el siglo XII en el sur de Francia comenzó a ponerse de moda un nuevo tipo de
poesía. Eran obras escritas en provenzal o lengua de oc, la lengua de prestigio
para la poesía durante el medievo y hablaban sobre todo del amor cortés, el
cortejo que un caballero hacía a una dema de condición elevada, a menudo
casada. Sus autores, los trovadores,
fueron célebres en las cortes francesas, ibéricas e itálicas, pues esta poesía
se difundió rápidamente y llenó salones reales y de la nobleza.
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Capitel románico con juglares
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Sin embargo, el éxito de la poesía
provenzal se debió bastante a aquellos que la recitaban, los llamados juglares.
El juglar recitaba de memoria, acompañándose de instrumentos como el laúd o la
vihuela. Por lo general, eran textos breves, pero de notable complejidad, en
los que tanto la melodía como la rítmica y la métrica le exigían poseer un
talento y unos conocimientos especiales. Pero sus habilidades iban más allá de
esto: cantaban, hacían malabarismos, adiestraban animales, bailaban…En su
origen, la palabra juglar procede del
latín joculator, derivado a su vez
del latín jocus, “juego” por lo que
se deduce que este oficio consistía en jugar, o en asegurar la distracción de
su auditorio con cantos, danzas, acrobacias, mimos, romances,
representaciones…Los juglares más afortunados frecuentaban cortes y palacios
nobiliarios pero los había sin suerte que acababan yendo de plaza en plaza o
castillo en castillo ganando poco más que el sustento.
Los reyes y los grandes nobles
medievales solían tener consigo juglares. En las cortes ibéricas gran parte de
ellos eran musulmanes, y algunos judíos. Vestían ropas vistosas y se
desplazaban con la corte cuando esta era itinerante, ofreciendo distracción
durante estos viajes. En los grandes banquetes, los juglares amenizaban la
comida y anunciaban los platos mediante pequeñas piezas dramáticas, juegos con
fuego y malabares…En el día su función era entretener a su señor, por eso
jugaban a los dados con ellos, cantaban, recitaban, tocaban o imitaban el canto
de los pájaros.
A pesar de todo esto, no solían
gozar de muy buena reputación. En el siglo XIII incluso se les echó la culpa
del declive de la poesía trovadoresca y eran considerados individuos
pretenciosos y fastidiosos, ruidosos, malintencionados, pedigüeños, insolentes,
vanidosos….La iglesia los condenaba por el contenido licencioso de algunas de
sus estrofas. Existían, por otro lado, juglares
autónomos, agrupados en compañías. Se les contrataba en los municipios para
trabajar en las fiestas y en las ferias, ofreciendo espectáculos de
entretenimiento en las plazas, en iglesias o en procesiones. Solían acompañarse
de animales adiestrados como osos y cabras y adoptaban nombres jocosos.
Hubo escuelas de juglaría e incluso
en algunas ciudades existieron barrios donde sus vecinos se dedicaban todos a
este oficio. Además de entretener, difundían las noticias y divulgaban las
historias clásicas. Los juglares constituían el telediario oral de aquellos
tiempos.